Guía Completa para Publicar tu Página Web en Internet: Dominios, Hosting y Pasos Imprescindibles

Publicar una página web en Internet suele sonar a algo muy técnico, casi reservado a programadores o empresas grandes, pero la realidad es que hoy cualquier persona o negocio puede tener presencia online si entiende bien qué piezas hacen falta y cómo encajan entre sí. No se trata solo de “subir unos archivos”, sino de combinar correctamente varios elementos: un dominio que identifique tu proyecto, un servicio de hosting que mantenga tu web disponible 24/7, la tecnología con la que vas a construir el sitio, la configuración de DNS para que todo apunte al lugar correcto, la seguridad básica (como el certificado SSL) y una serie de tareas de mantenimiento que marcarán la diferencia entre una página que funciona sin problemas y una que da errores cada dos por tres. En este artículo vamos a recorrer todo ese camino con calma, explicando cada concepto con ejemplos y recomendaciones para que, al terminar de leer, tengas una idea muy clara de qué necesitas para publicar tu página web en Internet, qué decisiones debes tomar y en qué orden es más sensato tomarlas para evitar contratiempos.


1. Definir el proyecto: qué web quiero y para qué

Antes de hablar de dominios, hosting o certificados es importante que te pares a pensar qué tipo de página quieres crear y qué esperas conseguir con ella. No es lo mismo una web muy sencilla con tres o cuatro secciones estáticas que una tienda online con cientos de productos, múltiples formas de pago y un blog donde publiques artículos cada semana. Tampoco es lo mismo una página personal tipo CV online, donde solo quieres mostrar quién eres y cómo contactarte, que una plataforma de reservas, una academia o un proyecto que requiera programación a medida. Cuanto más claro tengas el propósito de la web, más fácil te será elegir las herramientas y el tipo de alojamiento adecuados.

Por ejemplo, una empresa local que quiere presentar sus servicios, mostrar fotos de trabajos realizados y ofrecer un formulario de contacto suele tener suficiente con una web corporativa básica construida con WordPress y alojada en un plan de hosting compartido de calidad. Sin embargo, una tienda con miles de visitas diarias y un catálogo amplio quizá necesite un VPS o incluso un servidor dedicado, porque el consumo de recursos (CPU, RAM, base de datos, ancho de banda) será mayor. También influye mucho si vas a actualizar el contenido a menudo, si quieres un blog potente, si piensas integrar sistemas externos (por ejemplo, un software de facturación o un CRM) o si tu web va a tener accesos privados para clientes. Todo eso es información que te ayuda a dimensionar el proyecto y a tomar decisiones realistas desde el principio.


2. El dominio: elegir la dirección de tu web

Una vez sabes qué quieres hacer, el siguiente paso lógico es pensar en el dominio, que es la dirección que la gente escribirá en su navegador para llegar a tu web. El dominio es tu identidad en Internet, algo que se ve en tus tarjetas, en tus facturas, en tu firma de correo y en tus campañas de marketing, así que conviene dedicarle un rato y no coger el primero que esté libre. Un dominio se compone de un nombre (por ejemplo, blumhost) y una extensión o TLD (.com, .es, .net, .org, etc.), y su elección influye en la percepción de tu marca y hasta en el posicionamiento en buscadores en algunos casos.

A la hora de elegir un dominio, lo ideal es que sea corto, fácil de pronunciar, fácil de escribir y fácil de recordar. Si cada vez que lo dices tienes que deletrear letras o aclarar cuántos guiones lleva, algo no va bien. También es aconsejable evitar combinaciones complicadas de números y letras, salvo que formen parte de tu marca (por ejemplo, “studio84” o “agencia360”). En muchos proyectos tiene sentido usar simplemente el nombre comercial de la empresa, mientras que en otros puede ser útil incluir alguna palabra clave del sector, siempre que no conviertas el dominio en una frase interminable. Y si trabajas en un mercado principalmente nacional, como España, puede ser interesante registrar tanto el .com como el .es o, si el .com no está disponible, quedarte con el .es como principal.

En cuanto a la extensión, el .com sigue siendo la más universal y reconocible, ideal para proyectos con alcance internacional o generalista. Las extensiones de país como .es, .fr, .it ayudan a transmitir cercanía geográfica y a veces favorecen el posicionamiento en búsquedas locales. Otras extensiones nuevas (.online, .shop, .blog, .tech, etc.) pueden ser útiles si quieres algo más creativo o si el nombre exacto que te gusta ya está cogido en .com. Además, si tu marca es importante y quieres protegerla, es muy habitual registrar varias extensiones y redirigirlas todas a la web principal para evitar confusiones o registros oportunistas de terceros.

Registrar un dominio es un proceso sencillo: accedes al panel de tu proveedor (que puede ser el mismo donde contrates el hosting), escribes el nombre que te interesa en un buscador de dominios, compruebas si está libre y, si lo está, lo registras a tu nombre durante uno o varios años. Es importante que los datos del titular (nombre, empresa, correo) estén correctamente configurados, porque el dominio es un activo digital que te pertenece mientras lo renueves, y en caso de pérdida de acceso o disputa conviene poder demostrar que tú eres el propietario legítimo. Una vez registrado, ese dominio se puede apuntar al proveedor de hosting que quieras mediante la configuración de DNS, algo de lo que hablaremos más adelante.


3. El hosting: dónde va a “vivir” tu web

Mientras que el dominio es la dirección, el hosting es la casa donde va a vivir tu web. Un servicio de hosting te proporciona espacio en un servidor conectado a Internet las 24 horas del día, con los recursos necesarios para alojar tu sitio, tus bases de datos y, si quieres, tus cuentas de correo electrónico con el dominio propio. Sin hosting, tu dominio no tendría nada a lo que apuntar, y sin dominio tu hosting sería accesible solo por una IP numérica poco amigable, así que ambos elementos se complementan. Escoger un buen hosting es una de las decisiones más importantes, porque afecta directamente a la velocidad, estabilidad y seguridad de tu página.

Existen varios tipos de hosting. El hosting compartido es el más habitual para webs pequeñas y medianas: compartes un servidor físico con otros clientes, pero cada uno tiene su cuenta aislada con sus propios recursos y panel de control. Es la opción más económica y, si el proveedor gestiona bien los recursos, ofrece un rendimiento más que suficiente para la mayoría de webs corporativas, blogs y tiendas online de tamaño medio. El siguiente escalón son los VPS (servidores privados virtuales), que te dan un entorno más aislado dentro del servidor, con recursos garantizados y la posibilidad de hacer configuraciones más avanzadas a nivel de sistema. Esta opción es interesante cuando necesitas más potencia, un entorno muy personalizado o tienes varios proyectos que consumen bastante.

Por encima del VPS encontramos los servidores dedicados, donde todo un servidor físico está a tu disposición. Son la opción más potente y también la más cara, pensada para proyectos grandes, aplicaciones de alto consumo, plataformas con miles de usuarios concurrentes o empresas que necesitan un control total sobre la configuración y la seguridad. Finalmente, cada vez hay más soluciones de hosting en la nube (cloud), en las que los recursos se pueden escalar fácilmente según la demanda, lo que permite absorber picos de tráfico puntuales sin que la web se caiga. Sin embargo, para la mayoría de autónomos, pymes y proyectos personales, un buen hosting compartido profesional suele ser más que suficiente, siempre que la empresa ofrezca buenas prestaciones, soporte rápido y copias de seguridad fiables.

Te dejamos una imagen de los planes de hosting de BlumHost para que puedas echarle un vistazo.

Planes Hosting de BlumHost

Cuando compares proveedores de hosting, no te quedes solo con el precio promocional del primer año. Fíjate en el espacio en disco disponible, la transferencia de datos mensual, la cantidad de memoria RAM y CPU asignada, el número de webs o dominios que puedes alojar, si incluye certificado SSL gratuito, qué tipo de panel de control ofrece (lo habitual es cPanel u otros equivalentes), si tiene copias de seguridad automáticas, qué política de restauración manejan y dónde están ubicados los servidores (para webs orientadas a España o Europa, suele ser mejor que el centro de datos esté dentro de la UE, entre otras cosas por temas de latencia y cumplimiento normativo). Aunque pueda dar pereza leerlo, el apartado de soporte técnico es fundamental: conviene elegir un proveedor que responda rápido, en tu idioma y con personal que realmente sepa de lo que habla.


4. Tecnología de la web: CMS, plantillas y desarrollo

Con el dominio registrado y el hosting contratado, llega el momento de decidir cómo vas a construir la web. A día de hoy, la opción más habitual es utilizar un CMS (Content Management System) como WordPress, que permite crear y gestionar sitios web completos sin necesidad de programar, a través de un panel de administración intuitivo. WordPress, en concreto, se ha convertido en el estándar de facto para blogs y webs corporativas, y con extensiones como WooCommerce también es una solución muy popular para tiendas online. Otros CMS conocidos son Prestashop (muy orientado a e-commerce), Joomla o Drupal, aunque su uso es menor en comparación.

Trabajar con un CMS tiene varias ventajas: puedes instalarlo en pocos clics desde el panel de tu hosting, elegir entre miles de plantillas o temas para personalizar el diseño e instalar plugins que añaden funcionalidades sin tener que escribir código, como formularios de contacto, galerías de imágenes, sliders, optimización SEO, sistemas de caché, etc. Además, los CMS suelen tener comunidades muy grandes, con documentación, foros y tutoriales que facilitan muchísimo el aprendizaje. Eso sí, es importante elegir plantillas y plugins de calidad, preferiblemente mantenidos por desarrolladores activos, porque un tema o plugin abandonado puede convertirse en una puerta de entrada para ataques o generar incompatibilidades cuando actualices el sistema.

La alternativa al CMS es el desarrollo a medida, en el que un programador o un equipo construye la web desde cero, utilizando lenguajes como PHP, JavaScript (con frameworks como React o Vue), Python, Ruby, etc. Esta opción ofrece máxima flexibilidad, porque todo se hace exactamente como tú quieras, pero también implica un mayor coste inicial y un alto grado de dependencia técnica: cualquier cambio o mejora puede requerir trabajo de programación. El desarrollo a medida suele tener sentido cuando necesitas funcionalidades muy específicas que no se cubren bien con un CMS, o cuando esperas un volumen de tráfico y de procesos tan grande que conviene optimizar cada detalle del código.

Sea cual sea la tecnología que elijas, es importante que compruebes los requisitos técnicos antes de contratar el hosting: versiones de PHP soportadas (lo recomendable es usar versiones modernas y mantenidas), tipo de base de datos disponible (MySQL o MariaDB son las más habituales), límite de memoria, versiones de librerías, compatibilidad con HTTP/2 o HTTP/3 para mejorar el rendimiento, etc. La mayoría de proveedores están preparados para WordPress y otros CMS populares, pero no está de más revisar estas especificaciones, sobre todo si vas a instalar software específico que necesite ciertas versiones. También conviene preguntar si el proveedor tiene herramientas especiales para WordPress (como sistemas de caché propios, copias de seguridad integradas o asistentes de optimización), ya que eso puede hacerte la vida mucho más fácil.


5. Configurar el dominio: DNS, nameservers y registros

Una vez que tienes el dominio por un lado y el hosting por otro, hay que conectarlos para que cuando alguien escriba tudominio.com en el navegador, su navegador sepa a qué servidor dirigirse. Esa conexión se hace mediante el sistema DNS (Domain Name System), que actúa como una especie de agenda telefónica global de Internet: traduce nombres de dominio legibles para humanos en direcciones IP que identifican servidores. El proveedor de hosting o de dominios te dará los datos necesarios para realizar esta configuración.

La forma más cómoda y habitual de apuntar tu dominio al hosting es cambiar los nameservers o servidores de nombres. Cuando registras un dominio, suele quedar apuntando a unos DNS por defecto del registrador. Para usar tu hosting, tendrás que entrar en el panel de gestión del dominio y sustituir esos DNS por los que te indique tu proveedor de alojamiento, por ejemplo ns1.proveedor.com y ns2.proveedor.com. A partir de ese momento, será el panel de tu hosting quien controle todos los registros DNS relacionados con tu dominio (A, CNAME, MX, TXT, etc.), lo que simplifica la gestión. Todo lo que tienes que hacer normalmente es asegurarte de que el dominio principal apunta a la IP de tu servidor mediante un registro A y que el subdominio www está redirigido correctamente.

Otra opción, algo más técnica pero útil en ciertos escenarios, es dejar los nameservers donde están (por ejemplo, en un panel de DNS externo o en el registrador) y modificar solo los registros específicos. El registro A apunta el dominio a la IP de tu servidor web; los registros CNAME se usan para alias (por ejemplo, hacer que www.tudominio.com apunte a tudominio.com); los registros MX definen qué servidor gestiona el correo electrónico del dominio; los registros TXT se utilizan para verificación de servicios externos, SPF, DKIM y otras configuraciones de seguridad del email. Este enfoque es muy común cuando tienes la web en un proveedor y el correo en otro, o cuando utilizas servicios de correo corporativo tipo Microsoft 365 o Google Workspace.

Sea cual sea el método elegido, debes saber que cualquier cambio en DNS no es inmediato: se produce un proceso llamado propagación, durante el cual los cambios se van extendiendo por los distintos servidores de nombres del mundo. Normalmente, en cuestión de minutos tu dominio ya empezará a apuntar al nuevo servidor, pero en algunos casos puede tardar varias horas en completarse del todo. Durante ese tiempo es posible que algunos usuarios vean la web antigua (si la había) y otros la nueva, o que la web no responda correctamente. Por eso, es buena idea realizar estos cambios en horarios de poco tráfico y, si se trata de una migración desde otro proveedor, tener esa ventana controlada.


6. Seguridad básica: HTTPS, certificados SSL y buenas prácticas

Cuando tu dominio ya apunta al hosting y tu web está instalada, hay un paso que hoy en día es imprescindible: activar el certificado SSL para que tu sitio funcione con HTTPS. Antes, el HTTPS se reservaba para páginas de pago o de inicio de sesión, pero desde hace años los navegadores marcan como “no seguras” todas las webs que no usan esta capa de cifrado, incluso aunque solo muestren información. Además, Google considera el uso de HTTPS como un factor más a la hora de posicionar páginas en los resultados de búsqueda, por lo que tener un certificado SSL es esencial tanto por seguridad como por imagen y SEO.

El certificado SSL es lo que permite que los datos que se envían entre el usuario y tu servidor viajen cifrados. Desde el punto de vista práctico, es lo que hace que se muestre el candado junto a la dirección en el navegador y que la URL empiece por https:// en lugar de http://. En la mayoría de planes de hosting actuales, se incluyen certificados SSL gratuitos basados en Let’s Encrypt u otras autoridades de certificación similares. Activarlos suele ser tan sencillo como entrar en el panel de control, seleccionar el dominio y hacer clic en un botón de “emitir” o “activar SSL”. Después, conviene configurar redirecciones para que cualquier acceso a la versión sin https se redirija automáticamente a la versión segura.

En algunos casos concretos, como tiendas muy grandes o sitios donde la imagen de confianza es crítica, puede interesar un certificado de pago, ya sea de validación extendida o de tipo wildcard para cubrir múltiples subdominios. Estos certificados pueden mostrar más información de la empresa en el navegador y añaden capas adicionales de validación, pero para la mayoría de webs y comercios pequeños un certificado gratuito es más que suficiente. Lo importante, en cualquier caso, es que toda la navegación dentro del sitio se realice siempre bajo HTTPS y que no queden recursos (imágenes, scripts, estilos) cargándose con URLs http, porque eso generaría advertencias de contenido mixto.

Además del SSL, hay otras buenas prácticas de seguridad que deberías aplicar desde el principio: usar contraseñas largas y únicas para el acceso al panel de control del hosting, para el usuario administrador del CMS y para las cuentas de FTP; mantener actualizado el núcleo de WordPress u otro CMS, así como temas y plugins, para evitar vulnerabilidades conocidas; instalar un plugin de seguridad que permita limitar intentos de acceso, bloquear IPs sospechosas o detectar cambios en archivos; y realizar copias de seguridad periódicas, preferiblemente almacenadas en una ubicación diferente al propio servidor para estar protegido frente a incidentes graves. La seguridad nunca es absoluta, pero aplicar estas medidas básicas reduce muchísimo el riesgo de problemas.


7. Cuentas de correo con tu dominio

Uno de los beneficios más visibles de registrar un dominio es poder crear direcciones de correo profesionales del tipo info@tudominio.com, soporte@tumarca.es o contacto@miempresa.com. Este detalle, que puede parecer menor, transmite mucha más seriedad y confianza que usar cuentas genéricas de Gmail, Hotmail o similares, sobre todo si tratas con clientes, proveedores o instituciones. El propio servicio de hosting suele incluir la posibilidad de crear varios buzones de correo asociados al dominio, gestionables desde el panel de control.

Crear estas cuentas es sencillo: desde el área de correo del panel de tu hosting especificas la dirección (por ejemplo, hola) y la contraseña, y el sistema crea el buzón. A partir de ahí puedes acceder al correo a través de webmail (una aplicación web que te permite leer y enviar correos desde el navegador) o configurar ese buzón en clientes como Outlook, Thunderbird o las apps de correo de tu móvil. También puedes configurar redirecciones, de forma que, por ejemplo, todo lo que llegue a info@tudominio.com se reenvíe automáticamente a tu cuenta personal de Gmail, sin dejar copia en el servidor o manteniéndola según la opción que elijas.

Si vas a enviar newsletters o campañas comerciales a muchos suscriptores, es recomendable no usar directamente el servidor de correo del hosting, sino apoyarte en servicios específicos de email marketing (Mailchimp, Brevo, MailerLite, etc.), que están diseñados para gestionar listas de suscriptores, bajas, estadísticas y entregabilidad. No obstante, para el día a día de la empresa (correspondencia con clientes, facturas, presupuestos, consultas, etc.), las cuentas incluidas en tu hosting suelen ser más que suficientes. A medida que crezca tu negocio, siempre podrás pasar a soluciones más avanzadas como Microsoft 365 o Google Workspace, que también se configuran mediante registros DNS.


8. Textos legales y cumplimiento normativo

Tener una web en Internet no es solo una cuestión técnica, también implica ciertas obligaciones legales, sobre todo si estás en España o trabajas con usuarios de la Unión Europea. Aunque este tema no es el más entretenido, es importante que lo tengas en cuenta desde el principio para evitar problemas. En la mayoría de los casos necesitarás, como mínimo, un aviso legal, una política de privacidad, una política de cookies y, si vendes productos o servicios online, unas condiciones de contratación o términos de venta.

El aviso legal indica quién es el responsable de la web: nombre o razón social, NIF/CIF, datos de contacto, dirección postal, número de inscripción en el registro mercantil si procede, etc. La política de privacidad explica cómo recoges, almacenas y utilizas los datos personales de los usuarios, qué derechos tienen (acceso, rectificación, supresión, etc.) y cómo pueden ejercerlos. La política de cookies detalla qué cookies utiliza tu sitio, con qué finalidad, si son propias o de terceros (por ejemplo, Google Analytics, píxel de Facebook, herramientas de chat, etc.) y permite al usuario configurarlas o rechazarlas, algo que normalmente se gestiona a través de un banner inicial cuando entra por primera vez.

En el caso de un e-commerce o de la venta de servicios online, las condiciones de contratación deben aclarar aspectos como los precios, impuestos, formas de pago, plazos y gastos de envío, política de devoluciones, tratamiento de reclamaciones, garantías, etc. Muchos temas de WordPress ya traen páginas tipo para estas políticas, pero nunca conviene dejar el texto tal cual: es preferible adaptarlo a tu caso concreto y, si tienes dudas, asesorarte con un profesional del ámbito legal o con tu gestoría. El hosting no se encarga de estos contenidos; es responsabilidad del titular de la web, así que no lo dejes para el final.


9. Publicar la web: subir archivos, instalar WordPress y revisar

Con todo lo anterior preparado, llega el momento de poner tu web online de verdad. Si utilizas WordPress u otro CMS, lo más cómodo suele ser usar el instalador automático que ofrecen muchos proveedores de hosting desde cPanel u otros paneles. En pocos pasos eliges el dominio, el nombre del sitio, el usuario administrador y la contraseña, y el sistema crea automáticamente la base de datos y todos los archivos necesarios. Después podrás acceder al panel de WordPress (tudominio.com/wp-admin) y empezar a instalar temas, configurar el diseño y crear las páginas.

Si por el contrario ya tienes una web desarrollada por una agencia o un programador (por ejemplo, un sitio estático en HTML o una aplicación en PHP), tendrás que subir los archivos al servidor. Eso se puede hacer de varias formas: la más sencilla es usar el administrador de archivos del panel de control, que permite subir un archivo ZIP con la web comprimida y después descomprimirlo en la carpeta correcta (habitualmente public_html o www). Otra opción es usar un cliente FTP (como FileZilla) para conectarte con el usuario y contraseña que te haya proporcionado tu hosting y transferir los archivos desde tu ordenador al servidor. Si la web usa base de datos, tendrás que crearla en el panel de control e importar los datos mediante phpMyAdmin o herramientas equivalentes.

Una vez que la web está subida o instalada, es fundamental hacer una revisión exhaustiva: comprobar que la página de inicio carga correctamente, que todos los menús funcionan, que las imágenes se ven bien, que no hay enlaces rotos, que los formularios envían los correos al destinatario correcto, que la versión móvil se muestra de forma adecuada y que el certificado SSL está activo en todas las páginas. También es buena idea crear una página de prueba o un entorno de pruebas en el propio hosting para experimentar con cambios sin afectar a la web principal cuando ya esté abierta al público, sobre todo si esperas tráfico o campañas de marketing importantes.


10. Rendimiento, SEO básico y mantenimiento continuo

Tener la web publicada es un gran paso, pero el trabajo no termina ahí. Para que tu sitio cumpla su función y te ayude a conseguir clientes, visitas o ventas, conviene prestar atención al rendimiento, al SEO y al mantenimiento a medio y largo plazo. Una web lenta desespera a los usuarios, que se marchan sin esperar a que cargue; y si Google interpreta que tu sitio no ofrece una buena experiencia de usuario, también se verá penalizado en los resultados de búsqueda. Por eso influye tanto haber elegido un buen hosting desde el principio.

En lo que respecta al rendimiento, hay varias acciones que puedes tomar: utilizar un plugin de caché en WordPress o la solución de caché que ofrezca tu proveedor, optimizar el tamaño de las imágenes antes de subirlas (no tiene sentido cargar fotos de 5 MB para mostrarlas en pequeño), minimizar scripts y estilos, desactivar o eliminar plugins que no utilices y aprovechar tecnologías como HTTP/2 o HTTP/3 si tu hosting las tiene activadas. A nivel técnico, también puedes activar la compresión GZIP y el almacenamiento en caché del navegador mediante encabezados apropiados, algo que muchos plugins y paneles de control permiten configurar con unos pocos clics.

En cuanto al SEO, aunque es un tema amplio, hay ciertos aspectos básicos que deberías aplicar desde el principio: pensar en las palabras o frases que tus clientes potenciales escribirían en Google para encontrar servicios como los tuyos y usarlas de forma natural en los títulos y textos; cuidar la estructura de encabezados (H1, H2, H3) para que el contenido sea claro; redactar metatítulos y metadescripciones atractivos para cada página; crear contenido útil y de calidad en forma de artículos, guías, preguntas frecuentes; enlazar de manera coherente entre las diferentes secciones de tu web; y asegurarte de que la versión móvil está bien optimizada, ya que Google tiene en cuenta primero la versión móvil (mobile-first indexing). Plugins de SEO para WordPress, como Rank Math o Yoast, facilitan mucho estas tareas, mostrando recomendaciones y análisis de cada página.

El mantenimiento continuo es la parte menos glamourosa pero absolutamente necesaria. Implica, entre otras cosas, mantener actualizados el CMS, el tema y los plugins; revisar periódicamente los recursos del hosting para evitar quedarte sin espacio; comprobar que las copias de seguridad se están realizando correctamente y que puedes restaurarlas sin problemas; monitorizar de vez en cuando el estado de la web (por ejemplo, con servicios que avisan si tu página se cae); y revisar que los formularios siguen funcionando y que los correos llegan a donde tienen que llegar. Dedicando un rato cada cierto tiempo a estas tareas evitarás que se acumulen problemas técnicos que después sean más difíciles y costosos de solucionar.


11. Resumen final: checklist para publicar tu web

Para cerrar, puede ser útil resumir todo lo anterior en una especie de lista de comprobación, que puedes seguir como guía cuando vayas a publicar tu página web en Internet:

  1. Definir claramente qué tipo de web quieres (corporativa, blog, tienda, plataforma…) y qué objetivos persigue.
  2. Elegir un nombre de dominio que sea claro, fácil de recordar y coherente con tu marca o actividad, comprobando su disponibilidad y registrándolo durante al menos un año.
  3. Contratar un plan de hosting adecuado a tus necesidades, prestando atención a espacio, recursos, ubicación de servidores, copias de seguridad, certificado SSL incluido y calidad del soporte.
  4. Decidir si vas a usar un CMS como WordPress, Prestashop, etc., o si vas a optar por un desarrollo a medida, y verificar que el hosting cumple con los requisitos técnicos necesarios.
  5. Configurar el DNS apuntando el dominio al hosting, ya sea cambiando los nameservers o modificando registros específicos, y esperar a que finalice la propagación.
  6. Instalar la web (mediante un instalador automático o subiendo los archivos y la base de datos manualmente) y asegurarte de que se encuentra en la carpeta pública correcta.
  7. Activar el certificado SSL y forzar que toda la navegación se haga a través de HTTPS para garantizar la seguridad de los datos y mejorar la confianza del usuario.
  8. Crear las cuentas de correo corporativas que necesites con tu dominio y configurarlas en tus dispositivos o clientes de correo habituales.
  9. Redactar e integrar en la web los textos legales obligatorios (aviso legal, política de privacidad, política de cookies y condiciones de contratación si vendes online), adaptados a tu caso concreto.
  10. Revisar el diseño y el contenido en diferentes dispositivos (ordenador, móvil, tablet), comprobar que los formularios funcionan y que no hay enlaces rotos ni errores visibles.
  11. Optimizar, aunque sea de forma básica, el SEO y el rendimiento, utilizando caché, imágenes optimizadas y una estructura de contenidos clara.
  12. Configurar y verificar las copias de seguridad automáticas y establecer una rutina mínima de mantenimiento para mantener la web segura y actualizada.

Siguiendo estos pasos y entendiendo el papel que juegan el dominio y el hosting dentro del conjunto, estarás en condiciones de publicar tu página web en Internet de forma profesional, segura y preparada para crecer. A partir de ahí, el siguiente reto ya no es técnico, sino estratégico: conseguir visitas de calidad, ofrecerles una buena experiencia y transformar esas visitas en consultas, ventas o contactos que hagan que tu proyecto online merezca la pena.

Miguel

Miguel Taboada, apasionado de la informática y hosting web. Lleva desde 2015 realizando numerosos proyectos web.

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